La Globalización es el actual sistema mundial por el que todos ordenamos nuestras vidas. Un mundo donde la telaraña virtual ha conformado una red de comunicación planetaria fácil y rápida para las transacciones comerciales y negociaciones internacionales, así como toda interacción comunicativa a través de las nuevas tecnologías.
Aquí la fluidez de la comunicación y el intercambio de información se dan simultáneamente –sólo fracción de segundos demora llegar un e-mail de aquí a la China, por ejemplo-, por lo que se ha consentido en llamar Era de la Información a la presente.
En este ambiente “globalizado” se producen nuevas fracturas. “En el marco de un liberalismo sin frenos, se hace más profunda en el mundo, la diversidad entre países que emergen y países que pierden” (1) –afirmaba Juan Pablo II. Los países que emergen serían aquellos que disponen de capitales y tecnologías; mientras que “los segundos no tienen un fácil acceso a los recursos necesarios para un desarrollo humano adecuado” (2).
Desde esta óptica, se hace necesaria una RESPONSABILIDAD GLOBAL de todos y para todos, a favor de una “Globalización Solidaria” –como la llamaba el ex vicario de Cristo-, rescatando en primer lugar, la “responsabilidad personal, cultivando el sentido del deber y del trabajo realizado honestamente (…)” (3), a lo que hay que “añadir igualmente el sentido de responsabilidad hacia el otro: saber preocuparse por el más pobre, participar en las estructuras de ayuda, tanto e el trabajo como en el sector social, ser respetuosos con la naturaleza y con el medio ambiente” (4). Todos estos “son también imperativos necesarios con vistas a un mundo donde se pueda convivir mejor. ¡Nunca más unos separados de los otros! ¡Nunca más unos contra otros! ¡Todos juntos, solidarios bajo la mirada de Dios!" (5)
1 y 2.- Juan Pablo II, LXXXVI. Jornada Mundial del Emigrante y del Prófugo, del 2000. (ACI 7 de mayo)
3,4 y 5.- Juan Pablo II, Al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 10 de enero de 2000. Cfr. http://www.vatican.va/holy_father/gohn_paul_ii/index_sp.htm
En este ambiente “globalizado” se producen nuevas fracturas. “En el marco de un liberalismo sin frenos, se hace más profunda en el mundo, la diversidad entre países que emergen y países que pierden” (1) –afirmaba Juan Pablo II. Los países que emergen serían aquellos que disponen de capitales y tecnologías; mientras que “los segundos no tienen un fácil acceso a los recursos necesarios para un desarrollo humano adecuado” (2).
Desde esta óptica, se hace necesaria una RESPONSABILIDAD GLOBAL de todos y para todos, a favor de una “Globalización Solidaria” –como la llamaba el ex vicario de Cristo-, rescatando en primer lugar, la “responsabilidad personal, cultivando el sentido del deber y del trabajo realizado honestamente (…)” (3), a lo que hay que “añadir igualmente el sentido de responsabilidad hacia el otro: saber preocuparse por el más pobre, participar en las estructuras de ayuda, tanto e el trabajo como en el sector social, ser respetuosos con la naturaleza y con el medio ambiente” (4). Todos estos “son también imperativos necesarios con vistas a un mundo donde se pueda convivir mejor. ¡Nunca más unos separados de los otros! ¡Nunca más unos contra otros! ¡Todos juntos, solidarios bajo la mirada de Dios!" (5)
1 y 2.- Juan Pablo II, LXXXVI. Jornada Mundial del Emigrante y del Prófugo, del 2000. (ACI 7 de mayo)
3,4 y 5.- Juan Pablo II, Al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 10 de enero de 2000. Cfr. http://www.vatican.va/holy_father/gohn_paul_ii/index_sp.htm
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